De Cristina Gil Paneque para La Vanguardia
El 26 de noviembre de 1922 el egiptólogo inglés Howard Carter escudriñaba ansioso a través de un pequeño agujero que minutos antes había abierto en aquella puerta intacta. Tras ella se encontraba la antecámara en que se amontonaban los objetos del ajuar funerario del rey Tutankhamón. A la pregunta ansiosa de lord Carnarvon, su acompañante y mecenas, de si lograba ver algo a la luz tenue de la vela, Carter solo llegó a decir: “Sí, cosas maravillosas”.
Tres días después se produjo la apertura oficial de la tumba ante ilustres personajes, testigos privilegiados del que muchos calificaban ya como el descubrimiento arqueológico más importante del siglo. El hallazgo de la tumba del joven rey, justo cuando …