oan-Carles Alay, de 55 años, es arqueólogo pero tiene el olfato de un detective. Está a punto de finalizar su tesis doctoral sobre furtivismo arqueológico, un tema muy actual sobre el que lleva treinta años investigando. Alay está vinculado al Seminari d’Estudis i Recerques Prehistòriques de la Universitat de Barcelona, es secretario general de la Societat Catalana d’Arqueologia y director de investigación de la Sociedad Española de Investigación de Perfiles Criminológicos (SEIPC). Colabora desde hace décadas con los Mossos d’Esquadra y el SEPRONA de la Guardia Civil en asuntos relacionados con el expolio arqueológico o el patrimonio histórico en general. Hay diversos tipos de furtivos diferenciados y cada uno con su propio perfil criminológico, precisamente estas diferenciaciones constituyen el tema desarrollado en la tesis, explica a este medio. Alay ha investigado a fondo los robos que se llevaron a cabo en la tumba de Tutankhamón en tiempos de los faraones.

¿Por qué decidió reconstruir los diferentes saqueos que padeció la tumba de Tutankhamón?

Los robos acaecidos en esta tumba me interesaron especialmente por la ingente cantidad de indicios, tanto materiales como conductuales, que más de 3.000 años después nos permiten seguir investigando sobre lo que sucedió. En 2012, con motivo del noventa aniversario del descubrimiento de la tumba, la SEIPC me propuso exponer una ponencia sobre el tema y vi la oportunidad de presentar todo lo que había recogido.

¿En qué estado se encontraba la tumba cuando la descubrió Howard Carter?

Se recuperaron 5.389 objetos que la convierten en una de las tumbas faraónicas mejor conservadas, pero el expolio que se llevó a cabo en la Antigüedad fue muy significativo. Los robos se produjeron poco tiempo después de que se depositara la momia en el sarcófago; pudo ser a los pocos días, meses o años. Los autores que han profundizado en la materia han concluido que la primera serie de robos ocurrió en un momento indeterminado durante los cuatro años que siguieron a la muerte del faraón. Es decir, aproximadamente entre 1323 y 1319 a.C., coincidiendo con el reinado de Ay, su sucesor. Estos robos fueron descubiertos, aunque se desconoce si fueron identificados los autores, y a continuación la tumba se reparó, reordenando los objetos pero sin restituir ninguno de ellos, y se volvió a sellar.

¿Y la segunda serie de robos?

Se produjo poco tiempo después, durante el mismo período o en los primeros años del reinado de Horemheb. En esta ocasión los ladrones fueron descubiertos, puede que incluso in fraganti. El contenido de la tumba no se reordenó con el mismo esmero, sino de forma precipitada. Se volvió a sellar y no se abrió hasta su descubrimiento en 1922.

¿Cómo pasó desapercibida durante tantos siglos?

La identificación de los ladrones y el castigo que recayó sobre ellos probablemente evitó nuevos intentos de robo. El caso es que la tumba cayó en el olvido, puede que en parte debido a la damnatio memoriae o eliminación de todo recuerdo emprendida por Horemheb, y 200 años después los obreros de la tumba de Ramsés VI construyeron sus cabañas justo encima de la misma, sin advertir su presencia.

¿El hallazgo de Carter fue un golpe de suerte?

La fortuna sonrió a Carter cuando encontró el primer escalón en aquella tarde de noviembre, pero el descubrimiento no fue casual. Thomas Hoving, exdirector del Met de Nueva York, demuestra en su monografía sobre el hallazgo que el metódico y empecinado Howard Carter empleó cuatro años en la búsqueda de la tumba a partir de una serie de pistas. El esfuerzo y la perseverancia propiciaron el excepcional descubrimiento.

¿Carter advirtió inmediatamente la acción de los ladrones?

En efecto, la tumba había sido saqueada. El orden en que aparecieron los objetos sólo era aparente, muchos de ellos no ocupaban la posición que les correspondía. Todas las cajas grandes estaban abiertas y había numerosos objetos dispersos por el suelo… Un orden desordenado que delataba el saqueo.

¿Por qué estaban intactos los ataúdes y la momia del faraón?

En la cámara sepulcral se limitaron a forzar el primero de los cuatro sepulcros encajados. Hay que tener en cuenta que se produjeron una serie de robos tanto en la primera como en la segunda vez. Es decir, cada uno de los grupos entró y salió de la tumba en más de una ocasión y sólo dejaron de hacerlo cuando fueron descubiertos. Forzar y saquear los sepulcros puede que fuera la tarea más compleja y por ello la debieron dejar para el final. La violación de la momia quedó frustrada al ser descubiertos.

¿Cómo reaccionó Carter ante la desaparición de la mayor parte del tesoro?

Prácticamente todas las joyas que conocemos de la tumba de Tutankhamón proceden de la momia inviolada. Todos los joyeros depositados principalmente en la estancia del Tesoro habían sido literalmente vaciados. Carter mostró su decepción al inventariar una caja vacía que probablemente había contenido recipientes de cristal muy raros, apreciados y valiosos en la época. Al cumplimentar la ficha correspondiente escribió en mayúsculas: DAM!!! [maldición].

Muchos objetos habían sido restituidos de forma caótica, ¿no?

Tras la primera serie de robos parece ser que se reordenaron los objetos, se volvieron a inventariar y se depositaron en su lugar original o se les asignó uno nuevo. Sin embargo, tras la segunda serie de robos se limitaron a introducir los objetos dispersos o fragmentos de los mismos en las distintas cajas sin orden alguno. Nadie se molestó en adecentar el Anexo, encontrándose tal y como lo habían dejado los ladrones. Carter pudo apreciar unas impresiones digitales en una de las cajas localizadas en dicha estancia, que atribuyó a los saqueadores.

¿Quién tramó y ejecutó los robos?

Carter mencionó en más de una ocasión que los ladrones debieron de conocer muy bien la tumba. Los robos puede que fueran llevados a cabo por personas que habían participado en la construcción o adecuación de la tumba y conocían tanto su estructura como la disposición de los objetos en su interior. Aunque sin poder afirmarlo, los indicios apuntan a que pudieron llevarse a cabo por miembros de los equipos que construyeron, ampliaron, dispusieron y hasta repararon la tumba. Algunos papiros, como el Abbott, Amherst o Leopoldo II, informan de la complicidad e instigación de personajes significativos, como visires y alcaldes, en los robos de las tumbas reales. Ellos terminaban siendo los principales beneficiarios de los botines y solían evitar las terribles consecuencias.

¿A qué penas se enfrentaron los ladrones?

Los robos de las tumbas faraónicas solían comportar la muerte. La pena podía cumplirse empalando al reo, quemándolo vivo, ahogándolo en agua o decapitándolo. En caso de evitar la pena capital, un ladrón de tumbas podía ser mutilado, exiliado a Nubia, a un oasis perdido o destinado a realizar trabajos forzados en minas y canteras. Además perdían las propiedades, la categoría laboral y se suprimía su nombre en la tumba, suponiendo que la tuviera. Por último, conforme a sus creencias, el ajuste final de cuentas tenía lugar ante la Corte de los Muertos. En caso de ser descubiertos, las perspectivas para un saqueador de tumbas no eran halagüeñas en absoluto.

Acceso: http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/actualidad/9961/los_constructores_tumba_tutankhamon_pudieron_tomar_parte_los_robos.html?_page=1

http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/actualidad/9961/los_constructores_tumba_tutankhamon_pudieron_tomar_parte_los_robos.html?_page=2